Acción social22/05/2021

¿Qué supuso el Estado de Alarma en la acogida en nuestros centros residenciales?

El Centro Padre Cristóbal de Mérida y Centro Hermano de Badajoz cuentan con años de experiencia atendiendo a personas que se encuentran en una situación de sin hogar, situación de gran vulnerabilidad y que la pandemia de la COVID 19, ha puesto de relieve.

Esta crisis nos ha hecho conscientes de que no podemos vivir sin hogar: necesitamos independencia, de un hogar nuestro, no compartido, seguro y confortable. Por eso creemos que el impacto sobre las personas que han estado viviendo en el 2020 en nuestros centros y viviendas, ha tenido una mayor importancia, ya que han encontrado un lugar en el que se sentían seguros, protegidos, atendidos y cuidados.

Durante el año 2020 se ha atendido un total de 261 personas, este año viene muy condicionado por la fuerte incidencia de la pandemia por la COVID-19, descendiendo en el número de personas atendidas, ya que durante el tiempo en el que fue decretado el Estado de alarma (desde marzo a mayo), los centros y las viviendas permanecieron cerrados, no produciéndose ningún nuevo ingreso. Posteriormente también ha habido varias personas que han dado positivo, por lo que, por períodos de tres semanas mínimo, ha habido que confinar los centros. Hemos tenido que reducir el número de plazas en los centros, pasando de 28 plazas a 20, ya que era necesario por indicaciones de Salud Pública, disponer de una habitación de aislamiento, para posibles sospechosos y/o positivos y también para los nuevos ingresos. Al igual que para poder mantener las distancias adecuadas en las habitaciones, comedor… Actualmente los ingresos tienen que ser a través de prueba de PCR, por lo que ha provocado una adaptación a la dinámica de trabajo y una gran coordinación con salud pública ya que son muchas las dificultades de acceso a los recursos sanitarios que tienen las personas sin hogar.

Toda esta situación de pandemia, ha supuesto un impacto importante en el funcionamiento general de los centros, destacando la capacidad de adaptación tanto de las personas trabajadoras como de los participantes del recurso. El esfuerzo de las primeras semanas por actualizar instrucciones, protocolos de actuación ante posibles sospechosos y/o positivos, reorganización de habitación para disponer de habitación de aislamiento…, acompañado del trabajo diario de atención a las personas en concienciar, proteger y conservar la convivencia, aplicación de medidas higiénicas, organización para reforzar la limpieza y desinfección de los sitios comunes, organizar el comedor en turnos para mantener la distancia social, salas comunes…, y otras logísticas.

Por otro lado, se hace necesario cambiar la dinámica de trabajo, con los trabajadores se crean grupos burbujas para evitar las entradas continuas al centro, con ello evitando el contacto de todos los trabajadores entre ellos y con los residentes. La dinámica del centro cambia, se programan actividades de carácter lúdico, deportivas, decoración, costura, manualidades, televisión y juegos de mesa, con el objetivo de mantener el tiempo y la mente ocupada. Se aborda la incertidumbre, la tensión, los miedos y la inseguridad sobre la situación que se vivía en esos momentos, tan nueva y difícil para todos. A pesar de todo esto, no dejamos de destacar la actitud de colaboración e implicación de todos y todas, lo compresión y la solidaridad que se generó.

La forma de mantenernos conectados con el mundo exterior fue a través de las nuevas tecnologías, por lo que para mejorar la brecha digital se dotó a los participantes de acceso a wifi, disponer de ordenadores y Tablet para poder acceder a la formación online, búsqueda de empleo, mantener entrevistas online con el programa de empleo de Cáritas Diocesana, contacto con familias y amigos…, y no agravar más la situación de exclusión social que ya viven las personas sin hogar. Al igual que se ha facilitado la formación/capacitación para los técnicos en medios telemáticos y nuevas tecnologías y así facilitar el teletrabajo. 

Cuando se levanta el estado de alarma, nos preocupan los planes que se han quedado parados y que no sabemos cómo se podrán reanudar, cómo quedará la situación en cuanto al empleo, las prestaciones económicas, las gestiones sanitarias, gestiones de documentación para las personas inmigrantes… Aquí también ha sido grande la adaptación que ha tenido que realizar el área social, en mantener una coordinación con los recursos externos a través de contacto telefónico, online, correos electrónicos…

Como medida de prevención y para dar más seguridad y tranquilidad a las personas que se encuentran residiendo en nuestros recursos, no tenemos tiempo de estancia, para así evitar la rotación por los recursos y ciudades y colocarlos en una situación de mayor desprotección. También el confinamiento de ciudades y/o comunidades autónomas y la reducción de medios de transporte ha disminuido considerablemente la movilidad de las personas sin hogar. Todos estos factores, hacen que, aunque el número de personas atendidas haya disminuido, sí que ha aumentado la media de días de estancia en el centro por persona, se ha pasado de 27 días de media de estancia en el 2019 a 53 días en el 2020, lo que nos ha permitido llevar a cabo procesos de recuperación personal. Al igual que ha aumentado el índice de ocupación de los centros con respecto a años anteriores.