La Pascua esperanzada
Caritas es y actúa con la esperanza puesta en el Cristo Resucitado
La Resurrección de Cristo conlleva un “sí” pleno y total a la vida. La muerte y cuanto la genera ya no poseen la última palabra en esta historia, a veces, tan abatida, porque la resurrección ya está presente en el mundo: “Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto” (Evangelii Gaudium 276).
Caritas es y actúa con la esperanza puesta en el Cristo Resucitado. Está llamada a hacer brotar la vida allí donde la muerte campea libremente. Sus voluntarios y técnicos han de ser personas con esperanza, preñados de misericordia, ayudando a otros, convirtiéndose en esperanza para los demás. Vivir en esperanza es un arte que hemos de aprender y ejercitar: es el arte de superar lo que nos deprime, lo que nos vuelve desconfiados o susceptibles. Quien confía no se amilana ante las dificultades, ni se echa para atrás ante la dificultad. Tenemos dentro de nosotros recursos inéditos, insospechados. La persona esperanzada es como un artista de la vida: de lo que aparentemente no existe, hace brotar una realidad nueva y bella que conmueve a quienes la contemplan y les ofrece sentido y razones para vivir.
La esperanza nos lleva a actuar con entusiasmo y creatividad, buscar caminos nuevos para dignificar cada día más a las personas y lograr el desarrollo y la promoción de los empobrecidos. La esperanza no nos ancla en el pasado, en “siempre se ha hecho así”, buscamos siempre que nuestro amor sea fecundo y eficaz.
Con esperanza y ternura cuidamos a los que la sociedad descarta, los acompañamos con el deseo de que descubran la potencialidad de vida que hay en ellos, y trabajamos para que la justicia se haga realidad. “Como no siempre vemos esos brotes, nos hace falta una certeza interior y es la convicción de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos, porque «llevamos este tesoro en recipientes de barro» (2 Co 4,7)” (EG 279).
“Somos lo que damos. Somos Amor”. Nunca hemos de dejarnos llevar por el desaliento, sino esperar contra toda esperanza.