Voluntariado24/03/2021

Los martes en el hostal

Esther Rodrigo, voluntaria en el Centro de Emergencia para personas sin hogar en Mérida, nos cuenta su experiencia vivida en este proyecto.

El pasado otoño escribí a Cáritas Diocesana de Mérida-Badajoz ofreciéndome para hacer algún voluntariado. No tardaron en llamarme y preguntarme si quería colaborar en un nuevo proyecto gestionado por Cáritas Diocesana y financiado por la Junta de Extremadura dirigido a personas sin hogar. Dije que sí y quedamos en que iría los martes por la tarde.

El primer día que fui al hostal. No sabía qué esperar y me sentía algo insegura por mi falta de experiencia. Por si acaso, hice lo que nos habían recomendado en la reunión preparatoria y dejé el juicio en la puerta de entrada. Porque aquí no se viene a juzgar. Eso no sirve de nada, solo estorba.

El asistente social, líder indiscutible y de quien no me canso de aprender, me sugirió sabiamente que ayudara a ordenar el ropero. J. y yo nos pusimos codo con codo a clasificar ropa y a charlar. Al principio, pensé que era otro voluntario, pero finalmente resultó ser un participante que hizo las veces de tutor y guía benevolente.

Y así empezó todo.

Cada martes, a la hora de la acogida, iba al hostal a ver qué podía hacer. Cada martes que pasaba hacía más frío que el anterior y cada martes llegaba gente nueva. El hostal ha estado lleno desde que se abrió.

Al ver llegar a algunas personas me di cuenta de lo dura que es realmente la vida en la calle. En eso, todos están de acuerdo. He visto llegar a personas en un estado de abatimiento tal, que no podían ni cumplimentar el impreso de admisión por sí mismos. Hombres hechos y derechos temblando de frío y desesperación. Como D., que padece una grave enfermedad y se había quedado sin medicación y, mientras yo rellenaba el impreso por él, porque no podía ni sujetar el bolígrafo, me contaba que había perdido recientemente a la poca familia que le quedaba en un accidente. Necesitaba hablar y que alguien le escuchase. Con un hilo de voz me decía «Aquí hacéis mucho bien» y se le llenaban los ojos de lágrimas. Al martes siguiente parecía otra persona: charlaba y bromeaba con los compañeros. La tristeza seguía ahí, claro, pero la desesperación ya no. Y volvió a darme las gracias. Ya ves.

Cada persona que llega es un mundo. Hay de todo. Algunos tienen un talento increíble, como J. M., un pintor prácticamente autodidacta que me dejó boquiabierta cuando me enseñó algunos de sus cuadros. Admira a Van Gogh porque tienen mucho en común. Hay personas cultivadas y otros que no tanto, personas jóvenes y muy mayores, los hay sumamente espirituales, extrovertidos e introvertidos. Unos tienen ganas de hablar y otros prefieren el silencio. Los hay sumamente hábiles y creativos. Otros solo están cansados y observan desde el respiro temporal del techo que tienen sobre sus cabezas. Muchos quieren trabajar. Los hay que han acabado aquí por el año de paro que llevan a sus espaldas, cortesía de la pandemia.

Pero todos tienen algo en común: saben lo duro que es vivir en la calle. Por eso este sitio hace tanto bien, como dijo D. y tantos otros, porque tras una ducha caliente y cambiarse de ropa, las personas empiezan a recuperar algo que no debería faltarle a nadie: la dignidad humana.

Por eso, cuando los martes veo que hay caras nuevas, también sé que algunos han tenido que marcharse para hacer sitio a los recién llegados. Y me pregunto dónde habrán ido. Y eso me duele en el alma y no dejo de pensar en los que se marchan cada semana. Pienso en todos y cada uno de ellos. Una vez que les has puesto cara, se quedan contigo.

Este proyecto ha sido un gran acierto, y no lo digo por mí. Créeme si te digo que he obtenido infinitamente más de lo que pueda haber dado, si es que he dado algo. Por eso, me gustaría aprovechar para dar las gracias a Cáritas Diocesana de Mérida-Badajoz y a la Junta de Extremadura, que son las instituciones que realmente han hecho mucho bien. Pero créeme también, cuando te digo que hay que hacer más.

Este martes he sabido que el proyecto finalizará el 30 de abril. Es verdad que ya no hace tanto frío, pero ¿adónde van a ir? A la calle, claro. Porque no tienen otro sitio al que ir. No dudo que la Administración se esfuerza, pero debe haber algún modo de asignar fondos para mantener abierto el hostal. Este proyecto no soluciona la vida de las personas que se acogen a él, ya que muchos tienen problemas muy complejos. Este proyecto les proporciona la dignidad humana mínima e imprescindible a la que todo ser humano tiene derecho por el mero hecho de serlo.