Análisis y reflexión13/04/2020

Mi presencia en el pabellón de la acogida

“Ama a Dios. Ama al Hermano”.

En estos días he escuchado por parte de amigos, de sacerdotes compañeros, del obispo, de mi familia, que no era necesario estar en el pabellón de «Las Palmeras» tanto tiempo; que debía pensar más en mí mismo, que los laicos ya son mayores de edad como para poder tomar decisiones, que me estaba exponiendo demasiado, etc… No dudo que todo cuanto me han dicho lo hacen desde el cariño que me tienen. He pensado por qué debía estar allí. He hecho un discernimiento para descubrir si en el fondo de mis motivaciones estaba mi ego, mi orgullo, la búsqueda del aplauso, la eficacia de mi carácter, etc. No dudo que siempre hay motivaciones encontradas, no fáciles de distinguir en cada momento. Puede que algunas de ellas se hagan presente ante determinadas circunstancias, y sientas cómo la tentación de la vanidad te acecha, pero mi deseo profundo quiere ser otro.

A veces, vivimos nuestro seguimiento de Jesús más desde las palabras y el pensamiento, que desde los hechos. Yo mismo he vivido en muchas ocasiones el evangelio como si de una ideología se tratara. Pero hay circunstancias que son llamadas claras, para hacer que el evangelio se haga vida en la propia carne. No, no soy un héroe ni un seguidor coherente con Jesús y su evangelio, pero hay llamadas (ya las escuché de nuevo cuando marché a las Cuestas de Orinaza) que llegan al corazón inesperadamente, cuando estás más tranquilo (en los dos primeros días de aislamiento ya me había planificado para leer, orar, escribir, y otras muchas cosas).

Lo fácil era permanecer en casa y desde el teléfono tratar de solucionar los problemas que se presentaban, y tomar las decisiones necesarias. Pero a mí se me brindaba la oportunidad de “estar” con aquellos con los que no había estado casi nunca, solo los veía cuando les daba una limosna o les decía que en su parroquia había una Cáritas a la que podían acudir. Y ahora el covid 19 llamaba también a mi puerta y me invitaba a salir. Y tenía que hacerlo no para saltarme normas o directrices dadas por el Gobierno, sino para ayudar a organizar, para acoger y acompañar, para ofrecer mi pobre vida a los que continuamente viven en la muerte. Era el momento claro de practicar las obras de misericordia, recordando lo que D. Celso, nuestro arzobispo, nos dice en su carta pastoral: “Es en los pobres donde Dios nos llama de forma apremiante a la «projimidad», a hacernos próximos, mostrarles nuestra cercanía real y cordial, valorarle en su bondad propia y en su modo de vivir la fe, reconocer su belleza, que está más allá de su apariencia, no utilizarles para nuestros intereses personales o políticos, y acompañarlos en su proceso de liberación luchando también por su dignidad negada”. 

Los primeros días han sido de un stress impresionante. Había que organizar toda una estructura de acogimiento, para 60 personas, en un pabellón con pocos recursos. Toda una gestión que había que llevar a cabo sin tener mucha experiencia de ello, ya que nuestros otros centros sociales de Cáritas funcionan desde otras claves. Se desconocía si las personas que pudieran venir llegarían con el covid 19 o no. Había que estudiar cómo separarlos, cómo crear lugares de aislamiento para ellos. Y se comenzó con una gran escasez de recursos. No contábamos con médicos ni enfermeras, ni sabíamos qué enfermedades traerían las personas que vendrían. Es cierto, que la experiencia de la ola de frío ya nos permitía saber qué patologías padecen estas personas, pero en estos momentos la realidad nos podría desbordar, porque esta situación de alarma tiene connotaciones sociales, sanitarias y políticas. Ahora, era necesaria una buena y eficaz coordinación con Ignacio Mayna, Director de Atención Primaria de Badajoz; Irene, Gerente del SEX; Mari Ángeles Mayna, Coordinadora del centro de salud del Progreso; Carmen Núñez, Directora General de Servicios sociales de la Junta, la Delegación del Gobierno, la policía, etc. Se presentaban retos que no podían ser asumidos solamente por nuestros coordinadores o por las personas que querían colaborar con nosotros. Todos necesitábamos poner al servicio de esta causa nuestro saber y nuestra experiencia, y también nuestra autoridad.

En un tiempo récord Cruz Roja montó 60 camas y dos carpas, para poder separar a los que tuvieran el covid 19. A propuesta nuestra, desde Atención primaria se contrató a un médico cubano, Grover, y enviaron también a José Miguel Zoido, médico del CEDEX para el control y seguimiento de la metadona; también desde la dirección de enfermería contrataron a dos enfermeras. La Dirección general de la Junta aprobó la gestión de un servicio de cáterin y de limpieza, y se contrataron también a 7 auxiliares sociales y a tres vigilantes. El ejército también ha puesto su grano de arena en esta labor. Ana, la Secretaria General de Cáritas, Anabel, la Coordinadora de inclusión y yo, con la inestimable ayuda de María Dolores, hija de la Caridad, nos encargamos de coordinar todo el funcionamiento del pabellón, tratando de dar respuesta con inmediatez a los problemas que se iban produciendo.

Ha habido que solventar problemas de estructuras y funcionamiento, y también problemas personales de diversas índoles de los acogidos, motivados por el acumulamiento de enfermedades, conductas, adiciones, etc… La solución para determinados casos está requiriendo una coordinación con los servicios sanitarios de la Junta, a los que hay que reconocerles su servicio eficaz, y su extraordinaria calidad humana. Está siendo sido un gozo poder trabajar con ellos, viendo como ponen todo su saber y toda su calidad personal al servicio de Cáritas. Todos: auxiliares, médicos, enfermeras, mujeres que hacen la limpieza, vigilantes, voluntarios, militares, están haciendo un servicio excepcional. Cuando hay que resolver alguna situación excepcional ellos se vuelcan sin queja alguna. En justicia, he de resaltar la gran labor profesional, humana y cristiana de los dos hermanos médicos: Ignacio y Mari Ángeles Mayna. Ana, la Secretaria General, con otros técnicos de Cáritas, han tenido que elaborar en un tiempo récord un proyecto con su presupuesto para presentarlo a la Dirección General de la Junta, teniendo que estar dando cuenta en cada momento a esta dirección de las necesidades que tenemos, así como los pasos y las decisiones que se toman, encargándose también de la coordinación con las distintas áreas de Cáritas. Los organismos oficiales, al tener declarado este pabellón como un centro de gran riesgo, nos exigen elaborar un informe por la mañana y otro por la tarde, para tener conocimiento de las incidencias que se tienen cada día en el Pabellón. Se están afrontando los retos que se nos presentan. Quizá, nos estemos equivocando en muchos momentos (tendremos que evaluarlos), pero ante este desconcierto nuestra institución está siendo puesta a prueba, y estamos respondiendo con eficacia desde la pobreza de nuestros recursos y desde la calidad humana de todos.

Y lo más importante, los que viven en la calle han encontrado allí un hogar, aunque muy pobre y con muchas limitaciones. Los preferidos de Dios están siendo tratados con dignidad. Tienen nombres y rostros concretos para nosotros. Me siento un agraciado por poder compartir con ellos estos días. Experimento cómo me miran con cariño, me llaman: “sacerdote”, “padre”. Es verdad, que por sus esquizofrenias o adicciones hay momentos que se ponen inquietos y surge ciertas violencias, que procuramos que cada día estén más controladas. Cada persona tiene su historia de dolor, de tragedia, Algunos me dicen que desde pequeño no tienen a nadie que los quiera. Esta mañana, casi llorando, me decía otro cómo la droga le había llevado a la separación de su mujer, y reconocía que él había destrozado a su familia. Ellos son frutos de situaciones sociales, sanitarias y laborables muy complicadas. Necesitan cariño, acogida, hábitos saludables, y todo un proceso de sanación y reinserción social. Son el rostro del Siervo de Yahvé. Ellos saben lo
que es vivir con esas heridas interiores que destruyen el corazón y lo que conlleva experimentar en sus carnes “la pena” o el desprecio de los otros.

El domingo, y hoy lunes, antes de comer, me dirigí a ellos, y con el respeto a sus diferentes religiones o increencias, les hablé de Dios que está siempre con nosotros, que se encuentra allí en el pabellón amándonos, y les pregunté si querían que rezásemos juntos el Padrenuestro. Todos me dijeron que sí, y comunitariamente lo rezamos. Era la experiencia de ser hermanos ante un Padre, que se alegraba de ver a sus hijos en este hogar, viéndolos comer y estando y bien vestidos, siendo acogidos y acompañados por otros hermanos.

Esta experiencia me conmueve por dentro, aunque mi cansancio sea grande. Cada día que pasa la organización y la coordinación en el pabellón está siendo más eficaz, y me posibilitará no tener que estar tanto tiempo allí; pero ahora quisiera ir no para organizar, sino simplemente para “estar” con ellos, para escucharlos y experimentar (quizá egoístamente) que aquella tierra es tierra sagrada, porque Dios ha puesto su tienda en aquel lugar.

Este curso, en la formación de nuestra parroquia, estamos tratando, en este año de la caridad, el temario: “un itinerario para la ternura y la compasión”. Uno de los temas es “vivir el riesgo por los demás”. Creo recordar que entre las cosas que dijimos fue, que “el riesgo es parte de la misión de Jesús, y en el riego Jesucristo se siente fiel a la misión, sostenido por el Padre. El pecado no será tanto equivocarse cuanto no arriesgar…”. Yo estoy muy lejos de ser como Jesús, pero el amor y el riesgo por los más pequeños creo han de estar muy presente en esta espiritualidad de nuestras Cáritas, porque no se trata solo de dar cosas, o de hacer proyectos para los pobres, sino de darse, con ese estilo que nos lleve a ser amigos de los pobres, a dejarnos evangelizar por ellos y a evangelizarlos, ofreciéndoles los medios necesarios para que puedan vivir con dignidad, sin dejar de darles la mejor riqueza y tesoro que nosotros poseemos: Jesús de Nazaret.

En estos tiempos de Vicario, y gracias a ser Delegado de Cáritas, Dios me ha dado la oportunidad ahora estar más cercano a los más pobres de entre los pobres, y poder acompañarlos. Le doy gracias por ello. Ha sido una coincidencia que, siguiendo a nuestro plan pastoral, esta tragedia ocurra en este año dedicado a la Caridad. ¿No será una llamada para todas nuestras comunidades cristianas? Vienen tiempos duros y muy difíciles para muchas familias, habrá más paro y entraremos en una nueva crisis, quizá peor que la anterior. Habrá que engrasar con amor bien a nuestras comunidades, para que todos nos dispongamos a afrontar los nuevos retos que se nos van a presentar con gran caridad. Ahora, más que nunca, hemos de llevar a cabo el Plan Estratégico para los próximos años, que aun no ha podido ser aprobado por nuestra Asamblea Diocesana. Tenemos que replantear nuestros estilos de vida y reflexionar cómo habitar en la casa común. Leamos y hagamos vida lo que nuestro obispo nos dice en su carta pastoral: “Ama a Dios. Ama al Hermano”.